jueves, 17 de septiembre de 2009

ocurrió en Tíbet


Tuve que detenerme por enésima vez.

La falta de oxígeno imponía su propio ritmo a mis movimientos.
El mal de altura me desdibujaba el paisaje y distorsionaba la realidad, mi realidad.

Bajé del coche en aquel desierto cercano al cielo y esperé a la noche.

Las estrellas rozaban el suelo y me pareció que al final del horizonte se acostaban sobre la llanura.

Me encontraba en Tíbet.

Y en Tíbet también me estaba buscando a mí mismo.

No sé bien si busqué más dentro o fuera.

Dudas por dentro, preguntas por fuera, todo ello aderezado con el olor a cera y manteca quemada.

Ofrendas. Mantras. Sutras.

Unas veces quisieron indicarme un camino…otras muchas me recordaban que no pertenecía a ese mundo.

Seguí un impulso y corrí tras unos pasos fugaces. Solamente recuerdo el olor a incienso.

Comprendí mi propia naturaleza. Aquella que se desdibuja con tanta facilidad entre fuegos artificiales.

Y entonces deseé poder adueñarme de aquel silencio y conservarlo para siempre.

Las túnicas naranjas de los monjes ondeaban, a mis ojos, como banderas de libertad.

Sus cánticos profundos se me clavaron en el estómago y seguían recordándome que no pertenecía a ese mundo.

Alma de exiliado.

Entonces decidí dejar de buscar.

Tal vez entonces comencé a encontrar.

Ahora los cánticos eran hermosas melodías capaces de liberar una enorme energía. Energía que quise absorber.

Comprendí que todo era mucho más sencillo.

Abandoné posturas aprendidas, y decidí mirar con mis ojos contaminados hasta lograr enfocar un horizonte nítido.

Aquella noche las estrellas eran las mismas, pero tan diferentes.

Aquella noche aprendí a liberarme de equipajes superfluos y a dejar que mis sueños soñaran libres.

Mi equipaje sigue siendo ligero y aquel silencio sigue colándose en mis sueños.

Como esa mirada que descubrí y que sigue jugando conmigo.

1 comentario:

  1. Tibet... algún día.
    Y a los sueños de los que hablas les vamos a dar estopa etílica (con moderación) el próximo jueves. Que gran noticia que vengas por aquí.

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