martes, 12 de mayo de 2009

amanece sobre Tokio



Son las 4.00 de la mañana y está sonando el despertador. Estoy en Tokio. Llegue ayer, por lo que del jet-lag no voy ni a hablar. Claro que si son la 4 aquí, entonces… son las….. 9 de la noche para mí….es decir la hora que mi cuerpo intenta conservar como buena hasta que le demuestre lo equivocado que está.
Me estoy despertando a las 9 de la noche y me espera un largo día para aclimatar.
Este es el país del sol naciente y estoy levantándome antes que el sol. Tengo que mirar si eso figura en el Guiness de los récords, aunque dudo que nadie lo haya experimentado hasta ahora.
Mientras intento comprender la realidad, si es que existe a estas horas, el despertador insiste en que su hora es la buena y que no piensa desistir en su misión…..ahora recuerdo, me esperan para visitar y tomar fotos en la lonja de pescado. La mayor del mundo en lo que respecta al comercio del atún.
Pues para oler a pescado, francamente, me da lo mismo las nueve de la noche que la cinco de la mañana.
Pero lo más fascinante es la actitud del personal de hotel. Donde uno espera ver gente lastimosa con ojeras propias de esas horas (con o sin jet-lag, da igual) nos encontramos criaturas sonrientes que se inclinan ante nosotros con sonrisas sinceras y amabilidad, a otras horas, contagiosa. Aún llevo muy poco tiempo como para intentar comprender o asimilar, pero no para disfrutar de esa sincera y cordial amabilidad que durante toda nuestra estancia nos acompañó a cada momento. Otro día contaré como volví a la realidad al llegar a Occidente, concretamente a Paris donde hacía escala mi vuelo de regreso a Madrid, pero los vigilantes de seguridad, personal del aeropuerto y policías que miran el pasaporte con cara de asco, se encargaron de ello con una profesionalidad exquisita. De 100 a 0 en 1 segundo.
Tras visitar la lonja de pescado y tomar fotografías por espacio de dos horas nuestras sonrientes guías nos comunican la buena noticia de que por fin vamos a desayunar. Mi única duda era si empezar tomando fruta hasta saciarme o hacerlo con unos bollos y doble ración de café, pero quedó resuelta al instante cuando me aclaran que el desayuno es a base de sushi, ya que seguimos en la inmensa lonja. Emilio está entusiasmado y me intenta hacer comprender que es la ocasión de tomar el mejor sushi del mundo. Probablemente sea así, pues además de la buena fama que tiene, todo el mundo mostraba cara de felicidad mientras se comian “todo el pescao”.. ¡¡yo paso!!
Finalmente tras el sushi y mi desesperación, pudimos disfrutar de un maravilloso café de puchero en un minúsculo garito en el que apenas entrábamos los cuatro en fila.
Son las 9 de la mañana…o sea que para mí en España son las….decido dejar los cálculos y quedarme ya definitivamente en hora nipona porque me espera una apasionante semana en Tokio y aún estoy a tiempo de poder disfrutar de un desayuno “de los de verdad”. Y así lo hice.
“Pues parece que se le va cogiendo el punto a esta ciudad” ¿no Emilio?...
He creído ver que Emilio me ha hecho una reverencia, vaya con Japón algo se nos está contagiando.
Sayonara.

viernes, 8 de mayo de 2009

buscando una foto...me enamoré de una geisha


Kyoto, la visita a los templos resulta relajante y cautivadora. La paz se apodera de mi. He alcanzado el Nirvana, ya nada podrá alterar esta paz espiritual. Cierro los ojos y veo jardines Zen. Mi mente es un jardín Zen y en ella rastrillo los pensamientos eliminando el apego y el deseo.....
O eso es lo que yo creía....
hasta que levitando en mi burbuja espiritual, por las calles del viejo kyoto, perseguí una forma femenina, sinuosa, elegante que me devolvió a la realidad pero sintiendo más deseo que antes. Y donde había jardines Zen, solamente alcanzo a recordar ese lento caminar, esa perfección de movimientos, esa sensualidad más allá de todo lo comprensible.
Cambié a Buda por una Geisha y salí ganando en el cambio.
Menos mal que me queda la foto para no pensar que fue un sueño.